OVACIÓN Opinión Cultural

OVACIÓN Opinión Cultural
Se publica en El Deber los sábados
Contiene comentarios y notas sobre la actividad artística que se lleva a cabo en Santa Cruz de la Sierra y Bolivia

domingo, 22 de mayo de 2011

OVACIÓN 054 Marianela Aparicio-Itzahk Perlman

MARIANELA APARICIO
“Pianista con encanto, gran sensibilidad, atrevida y virtuosa”.  Así describe la prensa polaca a Marianela, luego de su presentación en la Kyna Kriterium, una prestigiosa sala de conciertos en Koszalin, Polonia.
El primer piano de Marianela fue uno de juguete que le regaló su padre. En Cochabamba primero y luego en el exterior, estudió el instrumento que hoy la lleva por Bolivia y el mundo como una figura musical especialmente valiosa.
  Se ha presentado en Bolivia, Francia, Brasil, Chile Argentina, México y Venezuela, tocando como solista con orquestas bolivianas y extranjeras.  En abril pasado fue invitada por la Koszalin Philarmonic Orchestra de Polonia, ocasión brillante en la que obtuvo la más favorable crítica de la prensa especializada de ese país. 
  Su repertorio incluye varios conciertos de Bach y Mozart, el concierto Nº 1 de Chopin, el concierto en Sol mayor de Ravel y el concierto Nº 2 de Rachmaninoff. Interpreta también a compositores bolivianos como Oldrich Halas y Franz Terceros.
  Marianela residió en Santa Cruz entre 2008 y 2009. Confiesa haberse enamorado de esta ciudad, en la que encontró la amistad de jóvenes cruceños con los que realizó intensa y muy profesional actividad musical que en su momento tuvo especial resonancia.
  Marianela es apasionada y creativa. Sabe que a partir de las ilusiones se construyen las realidades. Esposa y madre de dos niños, comparte sus afectos con los suyos, pero tiene un amor recurrente con el concierto Nº 2 de Rachmaninoff. Es que esa música es capaz de alojarse en los parajes más profundos y entrañables de nuestro romanticismo vital.

ITZAHK PERLMAN
Violinista israelí considerado como el mejor del mundo.

 Era en Washington, el Wolf Trap, un teatro para conciertos de verano. Los asistentes se acomodaban unos en asientos cerca del escenario y lo más, acampados en la colina adyacente, podrían escuchar la música a través de unos enormes parlantes dispuestos estratégicamente.
 El murmullo de la multitud cesó cuando miembros de la orquesta ingresaban al escenario; los aplausos iniciales, se incrementaron cuando apareció el director, pero en cuanto pudo verse un solo cabello de Itzhak Perlman asomarse de entre bambalinas, estalló una ovación. Perlman, empujando su silla de ruedas y luciendo una amplia sonrisa, accedió al centro del escenario. Sin tocar una sola nota, el violinista minusválido era aclamado y necesitó hacer reiteradas señales para aplacar el entusiasmo de su público y poder dar inicio al concierto.
 Tocó con maestría el concierto de Tchaikovsky y no es necesario describir el aplauso que recibió al final del allegro vivacissimo del tercer movimiento. 
 El episodio queda ya lejos en el tiempo y la sensación de que era mi única oportunidad de ver y escuchar a Perlman en persona, se ha hecho evidente con el paso de los años. Pero algo salva la distancia: siempre tuve conmigo un CD y ahora un DVD con ese concierto y ese intérprete. La orquesta y el violinista están en casa, en un estante, esperando tocar cuando me apetezca, para disfrutarlos con los buenos amigos que me acompañan en mis aficiones musicales.

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