En en Centro Cultural Simón I. Patiño se presentó un luthier, afinador de pianos, pianista, compositor y psicólogo. Tocó el piano, cantó, relató y describió. Pero sobre todo, transmitió con elocuencia sus grandes dimensiones humanas.
Pieter De Raad
Un testimonio musical de vida y afectos
En un acontecimiento muy singular, ideado por el trompetista Erick Cuevas, se presentó Pieter De Raad, pianista holandés avecindado hace mucho en Samaipata. La singularidad de la reunión radica en la gran calidad técnica y expresiva del pianista y el hecho de que el público tuvo la oportunidad de conocer su amable personalidad, a través de amenos relatos y descripciones que con entusiasmo y mucho humor, del bueno, ofrecía el artista entre piezas del programa.
Pieter De Raad afirma con una humildad ejemplar, no ser un pianista profesional. Se considera aficionado y vamos a respetar su posición. Pero no puede dejar de decirse que luce los atributos más caros del músico profesional. Conforma su programa con piezas cuya dificultad técnica es capaz de resolver eficientemente y eso le permite expresar su poesía interior con un dominio admirable de los tempos, el caudal de sonido y la dinámica de sus versiones. Muchos de los pianistas profesionales bolivianos seguramente se sonrojarían ante la gran calidad de este holandés aficionado, que nos regaló la música barroca de Bach y Haendel iluminada por una visión libre y fresca, diríamos “samaipateña”; el tango de los argentinos Piazzolla o Gardel, un poco rígido, holandés al fin, pero lleno de sentimientos y lo más atractivo, varias composiciones del pianista como “escapadito” o “Tiluchi” que son unas estampas testimoniales, inspiradas en el paisaje natural del valle tibio y acogedor y la graciosa idiosincrasia de sus alados y bullangueros vecinos; “Consuelo 1” y “Consuelo 2” representan los afectos y la solidaridad que une a De Raad con acontecimientos y personajes del mundo que han tocado sus fibras más personales.
En su obra musical, De Raad vuelca su formación y experiencia académicas en la exploración de sonoridades tradicionales por momentos, pero también en la disonancia contemporánea, para elaborar un discurso muy emotivo que marca con claridad su estilo. Se advierten, sobre todo cuando canta además de tocar, algunas reminiscencias del rock balada de los setentas que nos transportan a esos fecundos años de la juventud idealista.
Pero como se dijo, no hubo sólo música. Pieter, que tiene estudios en psicología dice: “Prefiero afinar instrumentos que afinar personas” o “Los amores de mi vida son mi esposa y el piano; a ambos los toco todos los días”, en una muestra de un fino humor que mezclado con relatos sabrosos, traslucen la rica personalidad y la filosofía de un hombre que sin pretensiones intelectuales, realiza un profundo análisis de su entorno material y humano y se manifiesta con la contundencia del amor por su tierra samaipateña.
Un detalle revela cierto desencanto en De Raad: es que con la generosidad de todo hombre grande, ha intentado trasmitir sus conocimientos técnicos y artísticos a alguna juventud boliviana que él sabe necesita de horizontes superiores y no ha tenido éxito. No sería el único caso. Nuestra bella geografía ha cautivado de por vida a infinidad de extranjeros valiosos de los que no hemos sabido aprender y sacar provecho. Al parecer, preferimos conservar con orgullo nuestra cómoda condición de cambas sencillos.
Renato Estrada
en la galería de Los Tajibos
"Cosmovisión" (detalle). Óleo de Estrada |
Si algo distingue a la pintura boliviana es el uso generoso y sin complejos de los colores vivos y primarios. Esto que algunas veces desemboca en cierta ingenuidad que se hereda de la artesanía nacional, en Estrada adquiere una fuerza telúrica y universal que además de las emociones, despierta las sensaciones del viaje galáctico que nos permite sentir nuestra trascendencia universal desde la profundidad de nuestra raíz natural.
Formas que resultan de la espátula gruesa y rápida, sugieren poblados rurales coloreados por una visión apasionada y una imaginación brumosa. La arquitectura parece flotar entre paños que evocan cataratas apacibles que con infinita lentitud se dirigen al centro de la tierra, mientras en oposición, la redondez de un sol que disputa el color con la atmósfera sanguínea, se eleva dominante y conciliador.
Renato Estrada Lozano, artista plástico y arquitecto potosino, estudió en la Academia de Bellas Artes Universidad Mayor T. Frías de Potosí, la Normal Superior de Sucre y la Facultad de Arquitectura de la Universidad Mayor de San Simón de Cochabamba. Realizó exposiciones individuales y colectivas en casi todos los departamentos del país y también en Argentina, Estados Unidos y España. Entre 1969 y 2007 obtuvo premios y distinciones de diversas instituciones artísticas y universitarias de Bolivia. Sus obras están presentes en exposiciones permanentes en el Museo Nacional de Arte Contemporáneo de Sucre, la Casa de la Moneda de Potosí, el Museo de Arte Antonio Paredes Candía de El Alto y muchos de sus trabajos se hallan en colecciones particulares en Bolivia y el exterior.
La pintura boliviana está plagada de excelencias técnicas y elocuentes propuestas de legiones de pintores que buscan nuestra imagen nacional. pero “El Renato” ha conseguido su propósito con una contundencia anímica incomparable y con el desarrollo de un estilo único. Su paso por Santa Cruz pudo pasar inadvertido por muchos, pero nos deja la certidumbre de haber presenciado un espectáculo brillante y profundo.
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