ANA MARÍA VERA
Una especial cualidad de pasión interior, un perfecto balance entre el cerebro y el corazón, son dos de los muchos comentarios emitidos en Europa sobre esta pianista boliviano-neerlandesa.
Una pianista boliviana aplaudida en el mundo |
Ana María Vera es hija de padre boliviano y madre neerlandesa. Pianista precoz, a los nueve años tocó con la Boston Pops Symphony del legendario Arthur Fiedler, A los once años, grabó conciertos para piano de Mozart y Haydn con la Orquesta Filarmónica de Rotterdam que Philips premió con un Disco de Oro. A esa misma edad tocó el piano, en la Casa Blanca, para el Presidente Carter. Se ha presentado como solista con orquestas como la de Filadelfia, Cleveland, Baltimore, la Filarmónica de Holanda, la Orquesta Sinfónica de Tokio y la Filarmónica de Londres, bajo la dirección de celebridades mundiales como Riccardo Muti, Edo de Waart y James Conlon.
Críticos internacionales han dicho de ella, entre otras cosas: “Su sonido es luminoso, es la fonética de la seda”. "Tiene un deslumbrante virtuosismo y una penetrante sensibilidad”. Sobre su versión del Concierto de Ravel se dijo: "Los últimos movimientos brillaron con la diversión y el humor, hablando de la serenidad, la distancia y hasta de la eternidad".
En sus frecuentes visitas a Bolivia, ha tocado en escenarios naturales como Kalorko, entre las huellas de dinosaurios, el Salar de Uyuni y en las ruinas de Tihuanaku. Los teatros de La Paz, Sucre, Potosí y Cochabamba la han escuchado junto a músicos extranjeros y bolivianos con los que explora una amplia gama de piezas del repertorio pianístico. Estamos ante una figura boliviana de grandes dimensiones artísticas que como muy pocas, ha sido acogida en los más selectos círculos musicales del mundo. Conocí a Ana María en La Paz cuando era casi una niña y asombrado por su talento, con Ramiro Soriano, frente a su camerino del Teatro Municipal, hice por única vez en mi vida una “cola” para obtener su autógrafo. Tocará alguna vez en Santa Cruz?
Manuela, mi amable loca
La novela de Carlos Hugo Molina, se presentará
en el Museo Casa Manuela Sáenz de Quito, Ecuador.
en el Museo Casa Manuela Sáenz de Quito, Ecuador.
Buena y bella Manuela Retrato de Manuela Sáenz del ecuatoriano Salomé Lama |
Qué poderosa fuerza fue el amor de Manuela Sáenz y Simón Bolívar que fue capaz de engendrar una nación?
Carlos Hugo Molina sostiene, ante la evidencia escrita de puño y letra por Manuela Sáenz, que Bolivia nació como república y como hija predilecta del libertador, sobre todo, del amor que unió a estos dos personajes. Y esa teoría cabe perfectamente en el entendimiento y el corazón de cualquier ciudadano de estos tiempos, que en forma espontánea, o al influjo de sus lecturas, se identifica con el romanticismo del siglo XIX, una forma de arte, pero también un espíritu genuino que rebosa abundante en las cartas de amor que intercambiaron aquellos amantes.
La lectura de “Manuela, mi amable loca” nos pone ante un ejercicio intelectual y emocional que está en los linderos de la increíble aventura de Orfeo cuando baja hasta los infiernos en busca de su amada Eurídice, o en los menos dramáticos pero intensamente emotivos episodios en los que Christopher Reve, un joven enamorado se traslada al pasado en busca de su dama, en la película “En algún lugar del tiempo”.
Es imposible no enamorarse de Manuela al leer sus cartas de amor e imaginarla joven, bella, sensual, apasionada, inteligente y audaz. Claro que para merecerla, había que ser Simón, guerrero, estratega, estadista y amante glorioso.
En algún lugar del tiempo está el amor. Con frecuencia sentimos su aroma en el camino, pero entre 1822 cuando Bolívar conoce a Manuela en Quito y 1856, cuando muere Manuela en Paita, alcanzó su forma más esplendorosa.
1 comentario:
Gracias Maestro. Estoy recuperando el texto...
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