DIÁLOGOS SOBRE NIJINSKY
Un concepto que se expresa “en lenguas”
En las postrimerías del VII Festival de Teatro se escenificó una “Danza Aérea” que nos dejó incógnitas varias. El concepto de Marcelo Zamora fue interpretado por dos bailarines del grupo Virtual Companhia Dança de Brasil.
El espectáculo escenificado por Virtual Companhia de Dança, se construye sobre tres fundamentos: la música de Debussy, la coreografía de Mário Nascimento y el legado de Nijinsky.
“El Mar” y “Preludio para el Atardecer de un Fauno” de Debussy, son obras que poseen en sí mismas argumentos intelectuales y estéticos suficientes para cautivar la atención y colmar las expectativas de la más exigente audiencia. Sus riquísimos recursos orquestales plantean infinidad de imágenes y sensaciones que ocurren y transcurren según una secuencia concebida por el compositor y hecha explícita en la partitura.
Si alguien reclama una creación artística, una coreografía en este caso, sobre cualquier obra musical, se esperan concordancias ineludibles en tres aspectos: el ritmo o pulso musical, que deviene en lo que algunos entienden como danza; el estado de ánimo que da carácter al conjunto expresivo y el lenguaje de expresión corporal, individual y de conjunto, que es precisamente lo que representa la visión del coreógrafo.
De propuestas de vanguardia como la de Nascimento no hay que esperar concordancias rítmicas, porque al parecer el tema les merece atención ninguna. Quedamos entonces obligados a dislocar el oído de la vista. A excepción de algunos instantes de la segunda parte basada en el Preludio, que sugiere cierta sensación poética, tampoco se encuentran concordancias anímicas, o éstas están herméticamente ocultas. Los bailarines parecen estar profundamente ensimismados, en éxtasis, pero ausentes de la atmósfera que habita y colma la música. Otra dislocación obligada: la mente y el espíritu, de la vista y el oído. Nos queda la estética que brota del cuerpo humano en las posiciones y disposiciones que ha elegido el coreógrafo para decirnos lo suyo y aquí se presenta la figura y la estética de Nijinsky. Al inicio es muy novedosa y sugerente. Deja constancia de que el cuerpo humano es una inagotable fuente de figuraciones que tocan nuestras fibras más atávicas; pero pronto la propuesta de Nascimento se torna repetitiva y así se pierde el último hilo que pudo atarnos con coherencia al espectáculo.
Valorar la buena factura de la escenografía y la iluminación y el comprometido desempeño de Cerilo y Castelo Branco es tarea que pierde relevancia en medio de la confusión que generó y dominó el concepto creativo.
Julio Cortázar dice de Nijinsky: “en este teatro donde una vez el grandísimo cronopio Nijinsky descubrió que en el aire hay columpios secretos y escaleras que llevan a la alegría". Con mucho esfuerzo acá podría vislumbrarse columpios, pero la alegría fue sepultada debajo de una severidad doctoral sin alternativas y un estado de ánimo incapaz de abandonar la pesadumbre, única sensación que transmite el montaje.
Los miembros de algunas sectas religiosas afirman hablar “en lenguas”, una forma de expresar un privilegiado y exclusivo diálogo con Dios mismo. En el fondo, no parece ser más que unas pocas sílabas repetidas con unción teatral y autoridad mística, pero que solamente son comprensibles para quienes las imaginan y las dicen y tal vez para sus impresionables acólitos. Esa es la sensación que queda luego de presenciar estos Diálogos sobre Nijinsky.
EL DESAMOR
Aporte prometedor a la comedia boliviana
Jorge Arturo Lora y Daniel pérez |
Óscar Barbery ha incursionado en la comedia, apoyado en su breve pero reconocida experiencia como dramaturgo y nos ofrece un ameno monólogo. Barbery explora esta vez en el humor y la desazón que subyacen en la experiencia del enamoramiento. “El Desamor” es una mirada, o más bien, una sonrisa a las alegrías y penurias que presenta toda relación de amores. Tal vez la necesidad de hacer reír no ha permitido un acercamiento más sutil a ese controvertido mundo.
Jorge Arturo Lora es un actor con oficio. Enfrenta el personaje haciendo hincapié en los estados de ánimo que traza el libreto. Lo que distingue el chiste de la comedia, es la habilidad del actor de ocultar las emociones que generan la situación graciosa. Si la emocionalidad es más bien exagerada, se arrancará la carcajada fácil del público pero el propósito queda alejado del humor que el buen comediante sólo insinúa.
Daniel Pérez aporta con su calidad de buen guitarrista y contribuye con detalles ajenos al programa, que suenan casi por casualidad para agregar humor inteligente a la representación.
Se festeja la contribución de Óscar Barbery a la comedia boliviana y se espera que se repita. Necesitamos enriquecer nuestro acervo y los cultores del género necesitan la constancia que les permita afinar destrezas y la experiencia que les permita pulir argumentos.